Dr. Jacques Mabit

Dr. Jacques Mabit, Médico, Fundador del Centro Takiwasi

- Jacques, nos gustaría que nos cuente un poco sobre su vida ¿cómo llegó al Perú, cual fue la relación entre su profesión y su llegada a nuestro país?

Bueno, soy médico de formación, francés de nacimiento, aunque ahora cuento con el DNI peruano. Llegué al Perú en 1980 a trabajar en un centro de salud de la pequeña ciudad de Lampa, cerca de Puno, en el Altiplano, gracias a un convenio que existía en ese entonces entre Francia y Perú. Trabajábamos con muy pocos recursos médicos y económicos y como no queríamos crear un desfase, usando recursos de fuera, para los médicos peruanos que nos sucedieran, acudimos a los recursos locales. Eso significa que acudimos a la partera, la huesera, la gente local que tenía conocimiento en plantas y prácticas de medicina tradicional. Además, la gente lo aceptaba, era parte de su cultura, era barato y finalmente eficaz, incluso en casos donde la medicina moderna tenía limitaciones. Ya empezando a indagar entre quienes practicaban esta medicina tradicional andina, las explicaciones que nos daban no cabían en mi formación de médico. Un curandero me decía que en un sueño se le habló, una mujer que un rayo la fulminó y despertó curada y sabiendo de medicinas, y cosas así. Sin embargo, observaba también que correspondía un real conocimiento, con evidente efectividad en la realidad, aunque no podía explicármelo de manera racional, y me preguntaba si se trataba de sugestiones, fenómenos culturales, psicológicos, o si era algo auténticamente espiritual.

- ¿Esas preguntas lo motivaron a acercarse al manejo de las plantas?

Si, esto me animó después a plantear un proyecto de investigación. Siempre tuve interés en desarrollar una medicina que fuera la más sencilla y eficaz posible. Mejor si se puede curar con un vaso de agua y no con un enorme hospital que cuesta un montón de dinero y requiere de tecnología complicada. Prefería la logística elemental y buenos resultados. Mi intención era conocer más de esa medicina, pero desde adentro. Si bien había reportes antropológicos o etnológicos, no encontraba en ellos coherencia en lo médico: los antropólogos no indicaban el diagnóstico, no podían evaluar la dimensión clínica, sólo reportaban lo que decía el curandero “este señor tiene un mal de aire, ha venido, le han soplado un tabaco y está mejor”. Pero ¿qué es el “mal de aire” dentro de la terminología occidental? ¿Existe? ¿Porque le curó el humo de tabaco? Encontrar un lenguaje común suponía abrirse a elementos desconocidos de tipo energético, espiritual, porque el abordaje clásico-racional nos dice que eso no existe, que se trata de una sugestión y con eso se acaba. Todo eso me trajo a Tarapoto, en el piedemonte amazónico, una zona interesante porque está entre el mundo andino y el amazónico, donde hay una gran tradición de curanderismo. Ahí descubro las plantas. No vine a estudiar la ayahuasca, estaba en el camino. Muchos curanderos aprendieron en base a su uso y otras muchas plantas, los “vegetales”, los “palos” como les dicen. Pero cuando pregunté ¿cómo aprenden, de dónde viene su conocimiento? pensando que iban a decir de sus padres, sus abuelos, en realidad no, siempre respondían que son las plantas que les enseñan directamente. Les hablan, se comunican con ellos ¿Qué significa eso? ¿La planta también me podía hablar? Sí, contestaban, pero tenía que tomarla, seguir una dieta, todo un corpus de conocimiento y reglas, donde ellos eran los especialistas. Yo quería aprender, así que decidí experimentar sin cuestionar. Si iba con mi análisis racional, cartesiano, mejor ni estar. Anduve seis meses tomando ayahuasca y después de ese tiempo paré todo, tomé distancia para ver en qué estaba, si había aprendido algo, si me encontraba más sano o “más loco”.

- ¿Y hasta esa primera parada que es lo que experimentó?

Bueno, todo empezó en la segunda sesión de ayahuasca, porque en la primera estaba muy asustado y bloqueé la experiencia, no experimenté nada. Nunca había tomado sustancias ni siquiera marihuana o alcohol. El curandero me dijo “tienes que tomar ayahuasca, si no tomas no vas a entender de qué se trata”, porque lo que te explican verbalmente es bien limitado. Si preguntas ¿cómo cura la planta?, te responde ¡porque es curativa, es su fuerza! Lo único era experimentar, así que volví a los dos días para una segunda sesión y tuve una experiencia digamos iniciática. No tuve ni tiempo de tener miedo, me encontré proyectado dentro de la vivencia de la ayahuasca y no pude frenar o controlar nada. Fue inicialmente una cosa terrible, estuve peleando durante horas con una boa gigantesca que me envolvía y me llevaba a unos abismos sin fondo, en una oscuridad tremenda, estaba muy asustado. Físicamente no me moví, me di cuenta después, pero interiormente estaba en el infierno y luché por salvar mi vida y no podía, la boa me dominaba. Me di cuenta que iba a morir y mi primera reacción ha sido de cólera por haber tomado este brebaje tóxico que era solamente para indígenas. Todos mis miedos, mis angustias, aparecieron, hasta que empecé a aceptar que iba a morir, que ya me había tocado el momento y ni se me cruzaba la idea de llamar al curandero para solicitar ayuda. Estaba todo tan adentro, visualizando mi muerte, las repercusiones sobre mi familia, mi entorno. Pero poco a poco realicé que al día siguiente toda la ciudad se iba a despertar igual, indiferente al hecho. Tal vez saldría algo en el periódico, pero no impediría a nadie seguir su vida cotidiana. Mi muerte finalmente no era nada, era un ser humano más ¿no? Tuve una especie de toma de conciencia de mi poca importancia y acepté morir. Me dije “¡así fue mi vida, se acabó!” Y no fue nada fácil. Entonces me vino esa frase muy fuerte, tres veces, atravesándome como viniendo a la vez de mí y de un más allá de mí mismo: “Jacques no tiene importancia” y cuando terminé de pronunciarla ¡Pup! Instantáneamente se esfumó la boa.

- ¿Repentinamente?

¡Desapareció! Me soltó y yo estaba en el fondo del abismo, me decía ¡estoy vivo! al mismo tiempo que recordaba la pesadilla que acababa de vivir. Pareció durar una eternidad, estaba fuera del tiempo, y si te dicen en este momento que en 5 minutos vas a estar mejor, eso parece una verdadera eternidad. Me dije “nunca más voy a tomar una cosa así, es demasiado, no es para un no indígena”. Pero después empecé a considerar lo que había pasado y a darme cuenta cómo mi ego se había construido. Empecé a ver todas las consecuencias de esa “importancia”, hacía un montón de conexiones, las ramificaciones que había tenido este ego invasivo en mi existencia hasta ahora. Salí de las profundidades lentamente como un buceador que vuelve a la superficie por etapas. Y en cada nivel, me daba cuenta de miles de cosas que nunca había podido ver o entender sobre mí mismo, sobre mi vida. El terror fue remplazado paulatinamente por la fascinación de ese descubrimiento, era una medicina absolutamente increíble, con un potencial extraordinario. Por eso sigo acá. Y estaba sacudido todavía, pero vivo, ileso y el curandero, ya terminada la sesión, pasa a mi lado y me dice: “Has visto, mi medicina es fuerte, es solo para verdaderos guerreros”. Me dio un orgullo tremendo, me sentí reconocido. Más tarde me di cuenta que esa boa negra, era la ayahuasca que me había dominado y al mismo tiempo representaba la lucha contra mi propio ego que había “muerto”, entre comillas, porque no se muere en una sola vez. Pero hubo una primera muerte, una reducción, y me abría a una perspectiva totalmente diferente sobre la vida, este mundo de la ayahuasca y su potencialidad sanadora: esta medicina iba más allá de lo que yo había podido ver, percibir o imaginar hasta entonces. Quería aprender. Decidí volver.

En las siguientes sesiones empecé a ver cómo se manejaba la energía. La visión no es como la de una pantalla, es una vivencia, uno está dentro, como en la realidad. En la octava sesión vi una docena de personajes sentados frente a mí, como un jurado, yo estaba de pie delante de ellos, eran imponentes, emanaban autoridad, empezaron a hablar y me dijeron: “Somos los espíritus guardianes de la selva”, no tenía la menor idea de que pudieran existir. Me preguntaron por qué estaba tomando ayahuasca y les contesté que quería aprender esta medicina. Entonces conversaron entre ellos y después el que está en el centro me dice: “Bueno, estás autorizado a entrar en este territorio pero tu camino será por ahí”; y en ese momento me veo a mí mismo curando adictos. Fue una sorpresa total para mí porque yo nunca había tomado drogas, no me interesaba el tema, no había tenido antecedentes familiares. Eso luego me dio cierta seguridad de que no era una elaboración mía. Después que pasó la sesión y volví a la racionalidad me pregunté si era real. Para el pensamiento occidental no es posible, pero ¿cómo hubiese podido inventar una cosa así? Si hubiera inventado algo hubiese sido diferente, menos exigente, más fácil. Me asusté de cierta manera, no veía cómo era posible y quedó ahí. Seguí tomando, aprendiendo con retiros en la selva, dietas… y olvidé ese suceso, estaba un poco aliviado porque yo no me veía haciendo ese tipo de trabajo. Pero a los tres años, en otra sesión, se apareció una mujer.

Bueno, todo empezó en la segunda sesión de ayahuasca, porque en la primera estaba muy asustado y bloqueé la experiencia, no experimenté nada.

- ¿Luego de tres años de haber tenido la otra visión?

Sí, se aparece una mujer y me dice: “¿Cómo estás? ¿Quieres seguir aprendiendo?” “Claro que sí”, le contesto. “Bueno, no te olvides de los adictos”, me contesta. Fue una sorpresa, pensaba el asunto archivado, y yo me resisto nuevamente, “no conozco el tema, es complicado, es difícil, frustrante”, le digo; y me responde “¿Sabes qué? cuando el niño va a nacer tiene nueve meses de gestación y después, se aprende a nacer naciendo. No hay ensayos. Tú ya has tenido tu tiempo de gestación, ahora es el momento de hacer y haciendo aprenderás”. Me pareció una respuesta tan inteligente y fuerte. Supe que no era autosugestión o elaboración mía porque iba en contra de lo que yo deseaba. Entonces acepté. Y ahí siempre aparecen las sincronicidades que vienen a confirmar el mensaje. Al día siguiente me llama un amigo psiquiatra y psicoanalista que trabajaba en Lima y me dice que tiene un paciente adicto con quien no sabe qué hacer, que el psicoanálisis no funciona. Me añade: “Ya que andas con curanderos tal vez podrías intentar con las plantas, purgarle de su droga”. Entonces, me encontré con esto que había aceptado hace unas pocas horas antes, y con el reto de asumir este compromiso. Sin saber muy bien lo que iba a hacer, dije “¡que venga y veremos!”. Duró 3 semanas, el tipo me volvió loco porque no estaba preparado. Me di cuenta que necesitaba organizarme, tener ciertas condiciones, no estar solo. Me tomó tres años armar un proyecto, encontrar financiamiento, buscar los medios, elaborar un protocolo con las plantas. Así que este sitio, Takiwasi, se me apareció mediante la planta. Y así venían indicaciones sucesivas, aunque yo siempre dudaba, me preguntaba si me estaba sugestionando. La propiedad indicada no estaba en venta, pero a través de la planta se me decía “no te preocupes, el dueño mismo te va a buscar” y así sucedió. Después me dijeron que tenía que ir a Colombia en un pueblo preciso a buscar a un curandero para que me ayudara y no lo creía, hasta que decidí que lo único que podía hacer era ir y ver; y ¡pum!, lo encontraba tal como en la visión se me había mostrado. Así se dieron las cosas de poco a poco, confirmando las visiones, porque es difícil para un occidental racional pensar que este mundo espiritual es real, vivo y coherente. Finalmente, en el 92 pudimos abrir las puertas de Takiwasi para recibir a los primeros pacientes.

- ¿Cómo cree que se puede traducir ese aprendizaje a un lenguaje que pueda ser entendido para quienes no lo aceptan? porque hablando directamente del mundo espiritual, es más difícil.

El reto es acercar dos lenguajes, un lenguaje simbólico, metafórico y analógico, que utilizan los grupos tradicionales indígenas, que funciona y se expresa en base al hemisferio derecho del cerebro, y el discurso lineal occidental que utiliza los recursos del hemisferio izquierdo. Felizmente hay una pasarela entre los dos cerebros, que es el puente límbico, que tiene que ver, justamente con el humor, los ánimos, y coordina ambos hemisferios. ¿Cómo acercar todo este descubrimiento del mundo espiritual tal como lo plantean esas experiencias y los indígenas en general, y mi filiación católica occidental? Al inicio hay ciertas cosas que parecen totalmente opuestas vistas desde afuera, pero si uno mira más de cerca se encuentran múltiples coherencias. Por ejemplo, esa primera experiencia con la muerte del ego coincide perfectamente con la tradición cristiana que apunta a despojarse del orgullo y descubre esa voz interior que lo sabe todo. Son treinta y dos años que estoy en este camino para aceptar que no solamente es el lenguaje científico-objetivo que da cuenta de la realidad sino también el lenguaje metafórico-subjetivo, y ambos son indispensables y complementarios. Es necesario emprender una especie de vaivén entre ese lenguaje metafórico, analógico y el lenguaje racional lineal, entre el pensamiento o la manera de concebir el mundo desde un enfoque occidental y la cosmovisión tradicional indígena. En la ciencia moderna más avanzada existen puentes desde la física con la teoría de la relatividad de Einstein, todo el pensamiento pre-relativista que es muy difícil de entender, hasta datos de orden paranormal, pasando por la biología celular. Diferentes teorías científicas existen que responden a esas exigencias y merecen ser exploradas, como por ejemplo los campos morfogenéticos del biólogo inglés Ruppert Shledrake, los fractales, el holograma, la teoría del caos de Ilya Prigogine, la sémantica general de Korzibsky, etcétera.

Tuve la suerte de conocer a un profesor de física cuántica, norteamericano, de la Universidad de San Diego, Fred Alan Wolf. Vino a la Amazonía porque se murió su hijo y para él fue un drama. Según la física cuántica pueden existir desplazamientos del tiempo y espacio, universos paralelos, y él tenía la esperanza de que a través los conocimientos ancestrales pudiera abrir una puerta que le permitiría reconectarse con su hijo. Me decía “¡Yo quiero verlo, hablar con mi hijo!”. Fue interesante porque me enseñó cómo la teoría de la física cuántica no entrababa en contradicción con lo que yo le contaba de mis experiencias con curanderos, no era una prueba pero era sensato. Contó luego su experiencia de puente entre ambas tradiciones en un libro titulado “The Eagle’s Quest : A physicist finds a scientific truth at the heart of the shamanic world.

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Los puentes existen, el ser humano es uno, la verdad es una y existen puertas detrás del mundo objetivo. La objetividad científica parece contradecir la subjetividad indígena, pero ésta última ha sido capaz de acceder a conocimientos finos y producir aplicaciones concretas muy sofisticadas y muchas veces mucho antes de la ciencia occidental… que se inspiró mucho de ella. En base a esos conocimientos han podido elaborar la ayahuasca, que es una mezcla de dos plantas, el tronco de la liana misma y las hojas de otra planta, no al revés sino no funciona. Luego hay que encontrar la mezcla exacta, el tiempo de cocción adecuado para poder combinar principios activos carbolínicos de un lado con los triptaminicos del otro de tal modo que opere. Esta mezcla sofisticada se puede explicar en términos bioquímicos farmacológicos que el mundo occidental recién descubrió hace unos 50 años. Los indígenas no le ponen el mismo nombre, lo explican de una forma más poética, prácticamente metafórica, pero sí lo conocen y usan desde hace 3000 o 4000 años. Esa subjetividad indígena ha descubierto cosas que la objetividad occidental recién conoce. Y este descubrimiento no puede ser casual, la noción de ensayo y error es absolutamente improbable. Sin hablar de los demás elementos, solamente combinar al azar dos plantas precisas entre las 80 000 especies de plantas en la selva, tiene una probabilidad de uno por 64 mil millones… Del mismo modo se necesitan 40 operaciones sucesivas para obtener el curare, y algunas de ellas muy tóxicas, y anestesiar al mono con el dardo de una cerbatana de tal modo que este veneno paralice al mono, pero no a quién lo va a comer. Se trata de una preparación y de un modo de inyección intradérmica sumamente sofisticados que no puede resultar del azar en condiciones reales, demuestra alta congruencia con la realidad.

Cuando preguntas cómo sabían todo eso, me decían ‘me lo enseño la planta’, ‘el espíritu del monte me enseñó’. Apelan a los ‘no humanos’, como se dice ahora, entidades inteligentes que pueden comunicarse con el ser humano, y se encuentran en todas las tradiciones de todos los continentes. La gente de Gabón dice que en el río hay sirenas, espíritus seductores del agua, y se encuentra lo mismo en la Amazonía, y más aún cuando lees una tradición occidental como La Odisea donde Ulises también se enfrenta a la seducción de las sirenas. Y tienen las mismas características, emiten un sonido absolutamente sublime, cuando se escuchan ponen en un estado de éxtasis a cuya seducción es casi imposible resistir. Si lo dice la tradición occidental, lo dicen los africanos, lo dicen los amazónicos, o son todos unos locos, pero que tienen el mismo delirio sin conocerse, o están observando la misma realidad que nosotros descartamos porque no se puede medir o fotografiar. Afirmar que no existe tampoco es científico hasta que no se demuestre, ya que la misma epistemología de la ciencia te obliga a basarte en la experiencia y observar los hechos. El bloqueo se podrá superar a medida que se encuentre un lenguaje coherente que haga puente entre este conocimiento indígena y el mundo occidental.

- ¿Entonces la ciencia occidental, en relación a la medicina tradicional está “atrasada”?

La ciencia occidental se inscribe dentro de un paradigma, dentro de creencias, con sus axiomas, que funcionan muy bien cuando se trata de hacer volar un avión o calcular la dirección de la pelota que se patea, pero cuando se trata de la conciencia queda muy corta. Hay tres niveles en la ciencia occidental, el nivel molecular que corresponde a la medicina farmacológica, materialista, que resume la medicina occidental; luego un nivel más profundo que es el atómico, ahí estamos en el campo de la energía que es coherente con la homeopatía, con la acupuntura, y en general las terapias que tienen que ver con la energía y la psiquis. Hay instrumentos ahora para medir esas cuestiones energéticas pero la medicina occidental está frenando lo que cuestiona su paradigma y se resiste à reconocerlos. El tercer nivel, más profundo todavía, es el subatómico, o cuántico que tiene que ver con la consciencia, el mundo espiritual o existencial. Este nivel subatómico trasciende lo material y lo psicológico y alcanza dimensiones espirituales. En 2013 se otorgó el premio Nobel de física al británico Higgs que descubrió el “bosón” que se llegó a llamar “la partícula de Dios”, lo que es todo un símbolo. Claro, esos niveles no están totalmente separados y hay un entretejido entre ellos con múltiples conexiones. Pero la medicina occidental ordinaria tal como la conocemos en lo cotidiano se ha quedado en una época primitiva, está funcionando en base a conceptos que a lo mejor son de la termodinámica del siglo XIX, ni siquiera ha integrado la relatividad descubierta por Einstein en 1905. Las máquinas y la tecnología lo han integrado, pero no la manera de pensar y hacer medicina. Todo lo que sabemos ahora científicamente sobre como el observador influye sobre lo observado, la no separación del objeto y del observador, la ilusión de la objetividad absoluta, la incertidumbre científica, la verdad probabilística, etcétera, lo reconocen y practican los curanderos y chamanes desde hace siglos o milenios. Tenemos una medicina occidental totalmente atrasada inclusive frente a los propios conocimientos de la ciencia occidental. Las medicinas tradicionales o chamanismo como le llaman ahora, es un espacio donde sí están integrados y, además, uno lo puede vivenciar, comprobar en carne y hueso, aunque los maestros tradicionales no lo formulen en términos racionales sino con el lenguaje metafórico del hemisferio derecho, con mitos, leyendas, poemas.

Las resistencias son tales que a veces proceden de una denegación sorprendente. Consideremos por ejemplo el cuerpo energético sobre el cual se suponen trabajan ciertas medicinas tradicionales. Mientras hablamos del cuerpo físico, estamos todos de acuerdo, pero para la medicina occidental el cuerpo energético no existe, a pesar de que hay ahora herramientas tecnológicas que permiten fotografiarlo, filmarlo, visualizarlo, medirlo como el sistema Kirlian o la cámara GVD. Dejo de ser una hipótesis, una supuesta creencia, y se ha vuelto un hecho comprobable y accesible a la ciencia clásica. Sin embargo, a pesar de ello todavía no entra en consideración de la ciencia oficial y menos todavía en la práctica médica. Así se mantiene una especie de desfase entre lo que sabemos y podemos comprobar, y su integración en un nuevo paradigma.

Los puentes existen, el ser humano es uno, la verdad es una y existen puertas detrás del mundo objetivo.

Es casi imposible para un sujeto promedio occidental concebir o conceptualizar que es la curvatura de tiempo, la relatividad espacio-tiempo, quizás haya unos cincuenta físicos en el mundo que lo puedan, sin embargo, cuando vives la experiencia de estados modificados de la consciencia, no tienes que concebir nada, lo vives en tu propio cuerpo y ves cosas del pasado, del futuro y todo es real. Esto es un elemento importante para el mundo occidental porque necesita del conocimiento ancestral y su pericia en el manejo de esos estados modificados de la consciencia para poder integrar su propio conocimiento científico. Ello pasa por la consciencia, por el sujeto que experimenta, por el individuo y su subjetividad, no pasa por los libros, es una comprensión que no es intelectual, conceptual, sino a partir del cuerpo, de la vivencia propia, sino quedará como una elaboración mental más o menos sofisticada. Más y más científicos de alto nivel se atreven a reclamar este cambio de paradigma como los que suscribieron al Manifiesto para una Ciencia Post-Materialista.

- ¿Ese nivel sub-atómico, ese nivel de la conciencia, cómo se podría explicar?

Bueno, yo no soy especialista, no soy físico, pero hay conocimientos sobre el mundo cuántico, la explicación se podría abordar desde ese conocimiento, y a la inversa, esa medicina, esa ciencia avanzada podría alimentarse de la sabiduría ancestral y su larga experiencia. Porque en un experimento científico se encuentra solamente lo que se pone en las ecuaciones iniciales, las variables que se introducen en el protocolo de investigación. Por ejemplo, los curanderos hacen un preparado con plantas e indican que, para que sea eficiente, hay que ponerlo “a serenar”, lo que significa exponerlo toda la noche a la luz lunar. Y te dicen, ‘ahora sí es más eficaz’. Si se hace un análisis molecular clásico, se analiza en la noche y luego al día siguiente en la mañana, se van a encontrar las mismas moléculas y el científico molecular deducirá de ello que no hay cambio y que los curanderos no saben nada y solo es creencia o superstición. Pero si te vas al nivel energético y al cuántico, e introduces esas variables en tu investigación, tal vez vas a descubrir un cambio a esos niveles ya que sabemos que el spin de los electrones tiene una rotación que puede cambiar por exposición a la radiación de la luna. Se encuentra solamente lo que se busca.

Si lo dice un solo curandero, puedes razonablemente dudar de la afirmación, pero si hay una tradición larguísima y miles de curanderos que dicen lo mismo es mucho más razonable considerar que la veracidad esa afirmación es altamente probable. Son gente pragmática y que buscan eficiencia y no hay razón para pensar que mantuvieran por siglos algo que no funciona. Con eso han sobrevivido en condiciones extremas por siglos. Creer lo contrario releva de un tipo de pensamiento o a priori o ideología progresista al final bastante racista. No es a partir de la comprobación científica que un hecho se vuelve real y verdadero, lo era antes y es la ignorancia occidental que lo hizo considerar como falso hasta que se demuestre lo contrario.

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Si eso es tan difícil para hechos relativamente observables como los efectos de la luna, cuando se trata de la interioridad del ser humano, de la consciencia, el reto es enorme. Los instrumentos de la ciencia occidental son muy limitados frente a fenómenos tan complejos y multifactoriales. Por ejemplo, las experiencias científicas, para que tengan cierta validez, tienen que ser reproductibles y averiguables por diferentes equipos de investigación. Pero cuando se trata de la consciencia, una experiencia un cierto día en un lugar específico, no se puede reproducir stricto sensu ya que otra experiencia se realizará inevitablemente con otras coordenadas de tiempo-espacio. Lo que significa por ejemplo que la fase lunar, las radiaciones cósmicas, el campo electro-magnético, etcétera, habrán cambiado. Si se trata de fenómenos de la consciencia, el sujeto no estará en condiciones idénticas de ánimos, de concentración… Las energías del curandero que prepara el preparado con plantas no serán idénticas. A más sofisticación en el objeto de la investigación, más difícil responder a los criterios habituales de la ciencia clásica. Entonces tenemos que ir hacia una “ciencia de la complejidad” como lo propone el filósofo francés Edgard Morin, inventar otros métodos, otras herramientas para investigar.

- En algunas ocasiones en las labores arqueológicas que realizamos en territorios de comunidades originarias, nos comentan los comuneros que en sueños les mostraban sobre lo que eran estos sitios, que corroboran o corroboramos posteriormente en la realidad. Esta relación sueño-realidad, pareciera que es más fluida de lo que se piensa.

Bueno, no es un sueño clásico porque la palabra “sueño” se aplica comúnmente a alguien inconsciente y que despertará luego. En este caso se trata de una forma de super-consciencia que permite acceder a otros niveles de realidad, y no limitada por las dimensiones espacio-tiempo habituales en las cuales nos movemos en la vida diaria y en la consciencia ordinaria. Tal vez haya salidas del cuerpo físico por el cuerpo astral o acceso a registros memoriales colectivos vinculados a un sitio específico. Cuando se dice “les mostraban” se entiende que hubiera “alguien” que comunicó intencionalmente esos datos y plantea una revolución en cuanto a la comunicación con espacios invisibles pero vivos y habitados. Esta comunicación con los no-humanos es la fuente tradicional de las sabidurías indígenas.

No se trata de una realidad diferente sino de niveles diferentes de la única realidad. Es como un árbol, lo puedo ver como un poeta, un biólogo, un leñador, y cada uno lo verá desde una perspectiva diferente, aunque sea una única realidad. El enfoque diferenciado permitirá ver otras cosas, detalles, formas que el otro no ve. La percepción es diferente según el observador. Para ser un poco simplista diría que el leñador verá la parte molecular-materialista, el biólogo la parte atómica energética y el poeta la parte espiritual cuántica. Todo está allí en la naturaleza, en nuestro cuerpo, así lo entiendo yo, somos herederos de nuestros padres, de los ancestros, pertenecemos a linajes y finalmente a la humanidad, a la vida, al cosmos; es decir, tenemos toda la memoria universal dentro nuestro cuerpo en sus tres dimensiones. Somos portadores de todos esos archivos y podemos acceder a esas memorias que están dentro del cuerpo como realidad física, energética y espiritual. Para ello, necesitamos realizar un trabajo de exploración o evolución personal. Eso ha sido explorado desde tiempos inmemoriales por las culturas ancestrales. Esas memorias se registran también en los lugares, los objetos, la naturaleza. La inducción controlada de estados modificados de la consciencia, con o sin plantas, permite el desciframiento paulatino de esos registros.

Más aun en los lugares arqueológicos donde hubo rituales que activaron esas tres dimensiones de la realidad. Pero esas exploraciones requieren un respeto muy grande y conocimiento de los procedimientos adecuados. Es ahí donde considero que el investigador debe ser claro en sus intenciones. ¿Qué está buscando? Si solo buscas sacar información para ser famoso, publicar un libro, ganar dinero o conseguir fama personal, no te van a dejar pasar, hay guardianes. ¿Cuál es la finalidad de tu búsqueda? ¿Cuál es la finalidad de tu vida? ¿Dónde vas? ¿Qué quieres aprender? ¿Para qué quieres hacer esto? ¿A quién sirves? De otra parte, existe una suma coherencia de la vida en sus diferentes dimensiones. Todo, absolutamente todo, está regido por el mundo espiritual, un mundo jerarquizado, con toda una organización sumamente compleja que supera nuestra capacidad de entendimiento. Y uno se pone a esa escuela para ser guiado, y tiene que seguir pautas, leyes. Por ello, todo ese tipo de acercamiento a otras dimensiones mediante el acceso a estados no ordinarios de la conciencia supone una práctica ritual coherente. Uno abre una puerta a otra dimensión y ello no se puede hacer sin cautela y protecciones. El ritual no se puede improvisar, es una especie de tecnología de lo sagrado. Es muy fácil emerger a otra dimensión, es lo que pasa con las drogas precisamente, uno se inyecta o fuma y pasa a otra dimensión, pero como no está preparado porque ha violentado la entrada, va sin acompañamiento, a robar la información ¿cómo vuelve?, ¿qué hace con esa información? Si no está preparado, en lugar de enriquecerse de la experiencia, se desestabiliza; si no la puede integrar luego en su vida ordinaria, se desintegra con la destrucción física y explosiones psíquicas como brotes psicóticos. Jugar con el mundo espiritual es profanarlo y se puede pagar muy caro.

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- ¿Una ritualidad como un respeto a ese conocimiento?

Como en el mito de Prometeo, uno va a robar el fuego de los dioses y después no sabe qué hacer con eso porque son informaciones con una carga energética-emocional-psíquica-espiritual tan fuerte que el pobre sujeto queda totalmente desintegrado, perturbado. Todas las tradiciones nos enseñan que el aprendizaje se tiene que hacer con respeto, orden, rigor, honestidad. Si uno no trabaja sobre sí mismo, si no se purifica, no puede avanzar. En esta ciencia, el conocimiento no se puede separar de la calidad del sujeto que lo ejerce, a diferencia de la ciencia occidental donde uno puede ser un gran cirujano por ejemplo y, al mismo tiempo, un perfecto bandido con su esposa o con sus hijos sin dejar de ser un científico reconocido. Es posible hacer esta separación, porque se trata de un nivel elemental, molecular, materialista. Pero cuando uno quiere adentrarse a nivel de la consciencia, de la dimensión espiritualidad, o cuántica si se quiere, no hay separación. Y ahí uno no puede jugar, tener doble actitud, le va a ir mal y puede haber consecuencias serias. La medicina tradicional es integral, ya no es solamente una ciencia, sino una sabiduría que requiere madurez, purificación, limpieza y respeto hacia las indicaciones que proceden del mundo espiritual, que es trascendental. Te van a decir “tu camino es éste”, y el otro camino no es que sea malo en sí, sino que no es para ti y tienes que renunciar a ello. ¿Quieres servir o quieres servirte? ¿Y servir a quién? A Dios, a la vida, al espíritu, ¿a lo que te trasciende? Si aceptas servir, entonces te van a decir dónde y cómo; y si tu deseo es sincero, lo vas a hacer, pero si se cuelan tus intereses personales, tus deseos sexuales, tu apetito económico, tu afán de poder, te va a ir mal porque hay guardianes que no te van a permitir seguir adelante, el acceso está protegido. Entonces, se trata de descubrir todo el trasfondo de la realidad, que existe en todas las tradiciones, menos en la tradición occidental de los últimos siglos que profana la sacralidad. Pero en la tradición occidental antigua sí existe, en las raíces de la tradición judeo-griego-cristiana esta sabiduría está presente. Lamentablemente, desde el siglo llamado “de las luces”, precisamente las hemos apagado las luces, paradójicamente, y hemos decretado que no existía el mundo invisible o mundo espiritual. El oscurantismo no está donde se dice.

- ¿Es un fenómeno más contemporáneo, la ciencia desprovista de conciencia?

Se desarrolla una actividad tecnológica avanzada, pero con una tremenda desintegración individual y colectiva, social. Todos lo vemos a diario. Una ciencia sin consciencia lleva al totalitarismo o a la anarquía. La evolución tecnológica tiene que ir a la par de la evolución de la consciencia, sino es el camino a la autodestrucción. Las tradiciones siempre han tenido diferentes maneras de hacer camino, pero siempre con formas rituales. La ritualidad hace que uno toque la puerta del mundo invisible con respeto y se le va a dar lo que se le tiene que dar. Y uno tiene que aceptar con humildad lo que se le da aunque pueda aparentemente sorprender o contradecir sus expectativas. En realidad lo que se te da es lo mejor para ti, pero a veces uno, por ambición, pretensión, ignorancia o por diferentes otras razones, quiere otra cosa. Uno se resiste, como me pasó a mí al inicio, hasta que aceptas. En todo ello tienen que funcionar simultáneamente la parte social personal, la emocional-psicológica y la espiritual, todo tiene que ser coherente. Cuando suceda, para ti, la arqueología podrá transformarse en una ciencia sagrada, donde podrás acceder a conocimientos hasta donde se te lo permita. Has tenido una experiencia muy interesante que levanta el velo sobre las coherencias entre los dibujos, la cuadrícula, la contabilidad, los tambos, los incas. Ahí se empieza a esclarecer y habrá mucho más por descubrir. La experiencia de salida del cuerpo que me contaste es algo frecuente que mucha gente vive, incluso sin tomar nada. Nuestro cuerpo dispone de muchas potencialidades, pero no aprendemos a manejarlas o lo hemos olvidado. El mundo occidental ya no nos enseña, no hay más auténtica iniciación. Las tradiciones antiguas disponían de una iniciación temprana, en la pubertad, donde se veían las aptitudes de cada cual. Existía una preparación a la vida adulta mediante un rito de pasaje de la infancia a la vida adulta para ver el camino a seguir, descubrir la vocación. En nuestra sociedad occidental hemos eliminado todas esas valiosas herramientas. Desconociendo las leyes espirituales, no hay más defensas, protecciones, orientación. Sin decálogo, uno se las arregla como puede, improvisando, tanteando y a veces metiendo la pata. La lección es dura de aprender. Inclusive se utiliza el ayahuasca sin la ritualidad que corresponde, sin preparación idónea, y es un desastre. El problema no es la planta, es el tipo de uso que se le da, quién la usa, cómo, cuándo, con qué intención. Si un paciente no se quiere curar, la planta no le hará nada. Si viene porque quiere dejar las drogas pero al mismo tiempo no quiere sincerarse, sacar a la luz sus secretos internos, hasta los más vergonzosos o viles, bloquea el proceso. Si uno esconde las cosas por vergüenza o miedo, mientras no hable, mientras no las reconozca, la ayahuasca no funciona. Hay guardianes del umbral que permiten pasar solamente a los que estén preparados. Es una protección porque si uno alcanza esos conocimientos sin estar preparado, sin capacidad para integrarlos, se puede hasta alocar, llegar a la desesperación hasta matarse o generando alguna desgracia no solamente para uno mismo sino también para los suyos. Necesitamos recobrar la razón y salir del pensamiento transgresivo que caracteriza nuestra sociedad moderna. La ciencia que genera esta sociedad es agresiva ya que transgrede las leyes espirituales, las ignora, destruye todo a su paso, la salud individual, colectiva y la de la naturaleza. Hemos olvidado quienes somos y en ese sentido, para mí, la tradición cristiana a la cual pertenezco es también una puerta fundamental para redescubrir esas leyes espirituales. Esas leyes son universales, no son contradictorias con las de otras culturas porque hay una sola verdad. Pero habrá que actualizar el conocimiento de nuestra propia tradición, remontarse a los orígenes, sacar el polvo de los siglos, redescubrir la esencia. Existe el depósito de los siglos que generó cansancio, desánimo, donde se perdió el brillo primigenio de la Buena Nueva. Si uno se queda en el escepticismo cultural contemporáneo, una especie de nuevo nihilismo, o en una visión moralista puritana de la religión, ahí quedará. La esencia está en el misticismo, en la evidencia mística, que hace la fe tangible. Los santos han descubierto cosas extraordinarias, han vivido fenómenos paranormales, diría “chamánicos”, para provocar un poco. Jesús es salvador pero también sanador. La tradición cristiana oriental ha conservado de manera más íntegra la dimensión encarnada del cristianismo. De manera general todas las tradiciones orientales entraron mucho en las dimensiones encarnadas de la espiritualidad que se ha vuelto más conceptual en Occidente. Así en Oriente se han descrito las fisiologías energéticas del cuerpo humano con los chakras y la kundalini por ejemplo, o en el “oriente americano”, el mundo andino a su vez ha reconocido la fisiología energética de la naturaleza con la importancia de la madre-tierra, de los cerros, los apus.

- ¿Usted ha tenido la oportunidad de ir a alguna montaña sagrada, un apu y tener una conexión profunda, percibir su energía?

No, cada uno tiene su propia sensibilidad, sus propias cosas, no es esa la dirección por la que estoy yendo, pero por ejemplo en 2012 estuve en Australia y en el centro del desierto totalmente plano hay una enorme piedra que se llama Ayers Rock, Uluru la llaman los aborígenes australianos, es para ellos como Machu Picchu, una centro energético-espiritual. Es un monolito de unos 9 kilómetros de vuelta y 350 metros de alto, es enorme. En una vertiente de la roca que es la femenina, tiene todas las formas de un cuerpo femenino, con curvas y con agua, y la parte opuesta es la masculina, que es vertical, recta, abrupta. Cuando estuve allá traté de entrar en contacto con esta presencia, con los espíritus, la energía como se suele decir. En realidad, no es energía sino espíritu, la energía es una manifestación espiritual. El mundo espiritual no es un mundo energético en sí, sino un mundo con seres y la energía es su manifestación a nuestra percepción. En el lado masculino que me corresponde como varón, utilicé el tabaco, planta masculina, como lo hago aquí, como lo aprendí, a manera de ofrenda y homenaje. En este mismo momento no pasó nada especial, pero en la noche soñé con los espíritus del lugar que se me aparecieron en forma de tres animales del desierto australiano, incluyendo el dingo o perro salvaje. Me pidieron permiso para utilizar el tabaco que había ofrendado y les dije que sí. Y se pusieron todos excitados, como alegres, frente a un alimento excepcional. Es una cosa muy curiosa porque es un lugar que no conocía y no soy de esa tradición, pero las cosas se dieron así.

La exploración de ciertos sitios sagrados no es tanto mi especialidad o mi sensibilidad. Con el ayahuasca se me indicó varias veces ir a ciertos sitios que yo no conocía absolutamente, a veces muy lejos. Por ejemplo, me fui en Oceanía en el Pacífico por visiones que tuve de una pequeña isla que se llama Lifou, una de las islas de la Lealtad. Tenía que buscar a una curandera protestante para hacer un ritual y la encontré. En otra oportunidad se me indicó ir a Siria, en el mundo musulmán, lo que me sorprendió. Se me indicó lo que tenía que encontrar, tal persona o tal cosa. Y así fue, se confirmó plenamente la visión. Y ahí uno obedece sin entender porque es algo que trasciende la razón ordinaria. No se sabe lo que se está jugando allí antes de vivirlo. Yo tuve dos o tres sueños y visiones de ayahuasca, con gente del norte de la India, donde nunca estuve. Pero mi sueño o visión es bien claro, veo todos los detalles, la vestimenta de la gente, escucho la música, percibo los olores y sé, como si fuera una evidencia, que se trata del norte de la India. Tras de ello, siempre hay una enseñanza, un mensaje. Salimos del tiempo-espacio habitual y accedemos a otras dimensiones. Es algo complejo y que surge sin que uno lo mande. Uno va buscando, porque todo ese conocimiento en gran parte está perdido o está medio escondido. Y ahí no existe el ‘yo quiero’, se presenta cuando es el momento, de forma inesperada. El significado de esas vivencias aparece luego, trae una coherencia, pero no inmediata porque la lógica del mundo espiritual no funciona como la lógica lineal del mundo racional. En el mundo racional, acumulas conocimiento, vas a la escuela, a la universidad, irás avanzando sumando datos. Pero en el mundo espiritual, la adquisición del conocimiento es de otra naturaleza, es más parecido a una especie de rompecabezas que se va armando de a poco. De repente se establece una conexión, comprendes algo un día, luego algo otro día, hasta que un día las piezas se juntan. Este abordaje funciona con un tipo de lógica diferente, no lineal. Se aparecen y colocan en el camino enseñanzas o visiones que a veces uno no sabe ubicar. No se sabe porque, para qué, pero ahí están hasta que cobren sentido. Por ejemplo, una vez tuve un sueño con una especie de santo musulmán, un hombre de Pakistán, nunca lo vi personalmente. Pero aparece así con todos los detalles, lo podría pintar, su cara, su mirada profunda, y emanaba de él una especie de santidad. Había a su alrededor un montón de gente en cuclillas, como pobre, enferma, sufriendo, y él pasaba en medio de ellos y los curaba, les daba energía. Me empieza a hablar, me explica cosas, y cuando lo hace veo como dibujos animados, me figuro en dibujos lo que estaba diciendo porque me estaba hablando en un idioma que no entendía pero se me aparece en forma visual, como una historieta, y debajo de cada dibujo hay una leyenda en inglés. Aparecen varias imágenes, y se empieza a acelerar el ritmo de tal modo que ya no tengo tiempo para ver la imagen y leer la leyenda y entender de qué se trata. Le aviso que ya no puedo seguir el ritmo, es demasiado rápido y mi inglés no es tan bueno. Y me contesta que no me preocupe, que todo eso va a estar almacenado en una parte de mí y, cuando sea el momento, surgirá a la consciencia. Entonces, una experiencia aislada puede parecer incoherente, como si fuera un sueño, una locura, pero a largo plazo aparece la coherencia. He vivido demasiadas cosas para creer que se trata de fantasía, he tenido visiones de lugares y personas que luego conocí, cosas anunciadas y luego averiguadas.

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- Hablamos de otro tipo de lenguaje y percepción de la realidad

Se trata de otro orden, otro tipo de lógica, es como la coherencia de un poema, no la de una ecuación matemática. Se trata de otro tipo de lenguaje, el del cerebro derecho. Nosotros hemos sido adiestrados a ejercitar el izquierdo, la racionalidad, la categorización, el análisis; pero no hemos trabajado la intuición, la percepción directa, la metáfora, entonces hay que reaprender, nutriéndonos de las tradiciones. Los grandes libros sagrados, las leyendas, los mitos, hablan en este lenguaje metafórico. No se puede tomar la Biblia al pie de la letra, es absurdo. Cuando Jesús dice que si tu ojo te hace pecar, arráncalo, todos entienden que se trata de algo metafórico. No tienes que sacarte el ojo, sino tienes que dejar de mirar lo que no te conviene, no solamente con el ojo sino con el pensamiento, el ojo interior. Se trata de una enseñanza mediante un lenguaje analógico y no de un libro de ciencia. Y así podemos decir de todos los libros sagrados que son una fuente de sabiduría. Otra fuente de revelación o enseñanza es a través de la naturaleza, del cosmos. Ahí las tradiciones que usan plantas exploraron este libro de la naturaleza. La tercera fuente de información o de revelación es a partir de nuestra propia vida, nuestro propio cuerpo, nuestras vivencias y las de la sociedad humana en general. Al observar nuestra vida, se aprende de nuestros errores y de nuestros aciertos. Se trata de estar alerta e ir tejiendo poco a poco sabiduría en nosotros. Esas son las tres fuentes de manifestación del mundo invisible en nuestra realidad. Existe el mundo sensible, manifestado y perceptible mediante los cincos sentidos exteriores que nos permiten percibir una realidad exterior, además de los sentidos interiores que nos permiten percibir nuestro cuerpo desde adentro, nuestro esquema corporal. Esas percepciones van dibujando lo que llamamos la realidad ordinaria. Por ejemplo, a nivel visual, yo percibo desde el color rojo hasta el violeta porque es el espectro visual natural del ser humano. Si tomo ciertos lentes especiales o si tomo ayahuasca voy a poder ampliar el espectro visual y ver más colores, del infra rojo hasta el ultra violeta. Lo mismo en la audición con los ultrasonidos e infrasonidos que pueden ensanchar el espectro auditivo habitual. Así que, finalmente, disponemos en estado ordinario de una percepción de la realidad que es limitada por nuestras percepciones ordinarias. Y tendemos a creer que la realidad es circunscrita a este espectro. Sin embargo, cuando se utilizan métodos de ampliación de las percepciones, que sean tecnológicas o mediante la alteración sensorial inducida, se amplía el espectro perceptual y aparece de alguna manera otra realidad u otras dimensiones de la realidad. Las medicinas tradicionales usan plantas o desarrollaron ciertas técnicas que modifican la estimulación sensorial, sea con hiper estimulación sensorial (música, ritmos, danzas, dolor, etc.) o de hipo estimulación (aislamiento, silencio, ayuno, oscuridad, etc.) y por ende permiten ver, captar, percibir cosas que habitualmente no son perceptibles. La modificación de la consciencia inducida de esta manera no crea nada, no se trata de alucinaciones, sino de puesta en evidencia de lo que ya estaba aquí pero no se veía. De igual manera que un microscopio no crea microbios sino los evidencia mediante una ampliación óptica o que un receptor de radio capta ondas invisibles presentes y las hace audibles. Hace el mundo invisible, visible. Todas las tradiciones nos señalan que la manifestación inmediata, sensible, es regida por un mundo no manifiesto directamente, el mundo invisible o el mundo espiritual si se le quiere llamar así. Este mundo no visible manda y rige este mundo material. Encontramos este concepto por ejemplo en las Ideas platónicas o en las formas de la antropología o en los arquetipos jungianos. Por lo tanto, existe una similitud entre el mundo visible y el mundo invisible, y mediante el procedimiento de la analogía uno puede descubrir el mundo invisible a partir del mundo visible. Nuestro microcosmos nos da a entender lo que es el macrocosmos. Es entendible entonces el dicho que reza “conócete a ti mismo y conocerás al mundo”. Las técnicas de los curanderos, de la medicina tradicional, se ubican justamente en este interfaz, entre el mundo de la manifestación sensible y el mundo insensible. Permiten pasar de uno a otro, acceder al mundo invisible, recibir información y aplicarlo luego al mundo visible tanto para construir Machu Picchu como para curar a una persona, y en general para responder a las necesidades humanas, siempre y cuando estén orientados hacia el bien, a la armonía, que son valores universales objetivos. Por eso la ritualidad constituye una parte fundamental ya que es la puerta que permite ir con autorización al mundo invisible o espiritual y volver sano y salvo. Sin ello, no uno se puede perder en el mundo espiritual y no encontrar la puerta para volver a esa realidad sensible. Además, en este mundo espiritual existen entidades y seres positivos y benévolos pero también habitan energías negativas, entidades maléficas, malos espíritus, demonios, diablos o como se les quiera llamar.

- ¿Cómo protegerse de esas energías, cómo distinguirlas?

Si uno se adentra en el mundo espiritual sin guía, sin saber dónde va o cómo se hace, entonces se puede topar con el Adversario; y ahí es donde surgen problemas de salud física, mental y espiritual. El brujo o mago es una persona que va a hacer alianza con esas entidades maléficas. En lugar de trabajar sobre sí mismo para purificarse, trabajando su orgullo, su cólera, su envidia, va a tratar de manipular las fuerzas negativas del mundo espiritual para sus propios intereses. En realidad, ya que esas entidades son jerárquicamente más poderosas que el ser humano, con astucia e inteligencia maligna superior, en realidad él es el manipulado y se transforma en esclavo. El brujo es un ser débil que quiere ahorrarse el esfuerzo de la confrontación con el mal en él mismo, no ver su propia sombra, y entonces se somete, se esclaviza para ganar algunos privilegios de un poder ficticio y no duradero. La muerte siempre lo espera. Existe este peligro cuando se toma ayahuasca sin un mínimo de conocimiento sobre esta realidad. Hay que saber con quién uno toma, con qué intención se toma, qué ritual se sigue, sino puede ser peligroso. Del mismo modo, si tú vas a un sitio arqueológico donde hay presencias, entidades, se hicieron rituales, tienes que saber dónde te metes porque puede ser peligroso, tienes que ir protegido, guiado, con respeto. Hay lugares que han sido escenario de torturas, matanzas, de infamia. No se puede entrar ahí inocentemente por una especie de idealización, de este indigenismo ingenuo e idealista que piensa que todo está bien con tal que sea ancestral. El ser humano a lo largo de toda su existencia ha tenido contacto con fuerzas del mal por lo que hay que cuidarse. De otra parte, aun con fuerzas positivas uno tiene que estar preparado porque pueden ser energías muy fuertes y si uno no está preparado o no tiene el debido respeto o conocimiento, le puede afectar. El mundo espiritual es dual, blanco o negro, a la diferencia de nuestro mundo humano donde se mezclan las cosas. Los espíritus o son buenos o son malos, o son ángeles o son demonios. ¿En qué lado estás tú? El ser humano no es ni blanco ni negro, tiende más a un lado o al otro, se equivoca, aprende, se corrige. La inconsciencia a veces lleva a cometer errores, porque esas entidades negativas son malignas y van a tratar de engañarte, molestarte, confundirte. Ahí hay que tener cuidado, estar protegido, con respeto, habilitado. Por ejemplo, sucede con los huaqueros, no sé cómo será su vida pero me imagino que debe haber mucha complicación con ellos por su profanación de lugares sagrados. Una vez, cuando estuve en la Costa norte del Perú, visite una huaca donde había huaqueros que vivían en pobres barracas. Conversé con uno de ellos y le pregunté ¿desde cuándo estás aquí? Y me dijo que desde hacía un montón de años, ¿Vives acá tantos años? - Sí, porque sé que hay un tesoro y lo estoy buscando. Fue realmente impresionante para mí porque estaba amarrado ahí desde años, había dejado su vida, su familia, sus cosas, y estaba ahí, esclavo de este sitio, amarrado como prisionero, con la esperanza de encontrar algo, mientras se le pasaba la vida, la salud y todo, en ese estado de inconsciencia.

- Hablando de todo esto, pensaba en el mundo andino donde las montañas, lagunas, ríos y diferentes elementos del paisaje guardan un vínculo vivo con las comunidades del entorno. Muchas veces antes de iniciar labores arqueológicas en estos lugares la comunidad realiza ofrendas en rituales en los que participamos y en algunas ocasiones percibimos estos lugares de otra manera, pareciera que en estos eventos podemos percibir estos sitios de la manera que cuentan o los describen los propios comuneros, es decir como seres vivos ya no como naturaleza/objeto. ¿Cree usted que es posible acercarnos mediante estos rituales a la comprensión de las diversas cosmovisiones andino-amazónicas y tal vez entender de mejor manera los saberes de nuestros pueblos antiguos?

Yo creo que es una necesidad vital, el mundo está totalmente bajo la hegemonía ideológica occidental que se llama globalización y no solamente económica, también mental, el pensamiento, las películas, la alimentación. Se da una destrucción terrible del tejido social y se fomenta el descarte de la espiritualidad, un mundo hechizado, desorientado, desacralizado. El ser humano tiene una necesidad absoluta de sacralidad, su ser es un ser religioso por esencia, un espíritu encarnado. Si se pierde esta alma de la familia humana, si se desvitaliza o se muere, la desesperanza y esa carencia lleva a las drogas y otros sustitutos nocivos. Desde mi punto de vista hay una necesidad de darse esa vuelta por las tradiciones antiguas, lugares sagrados, sabidurías indígenas para revitalizar nuestra alma. Además es una necesidad recíproca. No se puede caer en eso de pensar de manera caricatural que el mundo occidental es malo y que el mundo indígena es bueno, ni tampoco al revés, como suele suceder cuando se idealiza o se demoniza. No se puede, para el futuro, esperar todo del progreso tecnológico y científico, ni tampoco regresar a formas primitivas de vida. Se trata de salir de ese dualismo que falsea nuestras perspectivas. Si los pueblos indígenas no se adiestran ni se preparan, si no incorporan los elementos positivos del mundo occidental, no van a poder defenderse y subsistir. Las sociedades indígenas son grupos cuyo espacio de referencia es su comunidad, etnia, familia, su tribu, su clan, y lo que está afuera de ello es un potencial enemigo o adversario, por ello existe la conflictividad crónica entre grupos étnicos. El pensamiento tribal se fundamenta en un concepto de la vida construido sobre el mito fundador de la justicia o reciprocidad, en el sentido de que si tú me das, yo te doy y si no me das, no te doy. Es el “ojo por ojo y diente por diente” de las tribus judías donde predomina un Dios justiciero como se ve en el Antiguo Testamento. Es el horizonte psíquico cultural colectivo de la estructura tribal. El mito de la reciprocidad es muy fuerte en el mundo andino y amazónico como dinámica de equilibrio. Un amazónico que va a cazar animales, tiene que hacer un pago al espíritu de los animales para pedir permiso y cazar solo para alimentarme y no para destruir. Así, saca algo y a cambio da algo, una ofrenda, una retribución. En este universo de referencia reducido a mi clan, mientras yo protejo a mi grupo, estoy haciendo el bien. Pero protegerlo del enemigo y eventualmente de la envidia y de los deseos del otro grupo, que quiere quitarme el territorio, los animales, supone eventualmente en este contexto tener que atacar a la otra tribu para responder a sus agresiones. Se justifica la violencia hacia el otro grupo. Si me quitan mis mujeres, yo les quito las suyas; si me quitan mis animales, les quito los suyos, y voy a restablecer constantemente el balance. Tiene que haber siempre balance que equivale a armonía, por eso la envidia en el mundo andino-amazónico es casi estructural y considerada el pecado mayor. En un grupo étnico de estructura tribal, nadie puede ubicarse encima del otro, desequilibra el grupo cuando se individualiza, pone en peligro la integridad de la comunidad. Ello da pie a las prácticas de magia o hechicería dentro del chamanismo destinadas a restablecer el orden. Del mismo modo, si tú vas a visitar a un apu o un cacique o un jefe debes cuidar el valor de la ofrenda o regalo que le haces. Si le das algo con un valor tal que él no está en capacidad de poder devolvértelo, lo humillas manifestando tu superioridad. Le has dicho indirectamente “yo tengo más que tú, soy más que tú, soy más poderoso, me debes sumisión”. Lo estás insultando y él tendrá que restablecer el equilibrio mediante un acto de venganza. Lo has agredido inconscientemente, la armonía está rota y para anular este desbalance en la relación, se siente obligado a un acto de revancha o agresión recíproca. La reciprocidad se aplica tanto para lo que llamamos el bien como para el mal, según nuestros conceptos universalistas.

Yo creo que es una necesidad vital, el mundo está totalmente bajo la hegemonía ideológica occidental que se llama globalización y no solamente económica, también mental, el pensamiento, las películas, la alimentación.

- ¿A que se refiere cuando habla de la necesaria incorporación de elementos del mundo occidental en las comunidades originarias?

No solo la sociedad humana sino el mundo todo se ordenan según este concepto del mito de la justicia o reciprocidad. Así, uno tiene que estar también en situación de equilibrio con los dioses, con los apus, con los espíritus del bosque. Esta compleja cosmovisión se mantiene hasta hoy en día y se ha difundido en parte en el mundo mestizo. Son elementos estructurales muy profundos de las culturas. Pero la humanidad evoluciona por ciclos y en cada ciclo aparece un horizonte cultural nuevo con un nuevo mito fundador. Corresponde al acceso a un nivel de conciencia más evolucionado, del mismo modo que el ser humano crece y madura y su visión del mundo se perfecciona. Esos ciclos que son descritos en varios libros de mitología, duran unos 2000 años, con un nacimiento, un desarrollo y un final ligado a la aparición del siguiente mito. El mundo occidental cristiano se fundamenta en otro mito que es el mito del amor. Este mito significa que ya no hay enemigo exterior, los seres humanos pertenecen a una misma comunidad, somos teóricamente todos hermanos. Por supuesto el mito es ideal, la práctica puede ser otra. Sin embargo, la impregnación del mito es muy profunda y hoy en día por ejemplo si rechazas a los negros serás catalogado de racista y nadie te defenderá formalmente. Todos convienen de alguna manera que es algo reprehensible. La familia ya no es tribal sino abarca a toda la humanidad. Entonces ¿dónde vas a proyectar ahora tu agresividad? Antes era justificado dentro del mundo tribal que agredes al otro porque siempre encontrarás un antecedente de agresión contra ti. Como con los niños “él empezó primero”. ¿Qué haces con tu sombra? ¿con tu violencia? Si no es exterior, no te queda más que encontrarla al interior, dentro de ti mismo. Por eso, todo occidental considera de alguna manera que su peor enemigo es él mismo. Aunque no sepa nada conscientemente sobre esas estructuras culturales mitológicas, asume que su dificultad mayor viene de sí mismo, de su sombra, su cólera, sus defectos, de su inconsciente, sus “diablos” internos. Tiene que trabajar sobre sí mismo, conocerse. Este mito del amor, por lo tanto, amplía la dimensión de la consciencia permitiendo la emergencia de una consciencia individual, de un yo diferenciado de la comunidad, de un sujeto con mayor grado de libertad y autonomía. Más bien, en la comunidad tradicional, lo importante es ante todo el grupo, y no el individuo. Si es necesario sacrificar a un miembro para proteger a la comunidad, se hace sin hesitación. Mientras que en las constituciones de los países occidentales, el individuo es considerado el fin supremo de la sociedad.

Existe un periodo de transición de un ciclo a otro y en nuestra época vivimos el final del ciclo del amor iniciado hace 2000 años. El Antiguo Testamento no fue anulado sino superado por el Nuevo Testamento. Un mito integra al anterior trascendiéndolo, aunque al inicio parece contradecirlo. Se termina el ciclo del cristianismo-amor como lo hemos conocido, y se va perfilando el nuevo mito fundador que es él de la libertad. En nuestros días, todos quieren ser libres, hay movimientos de liberación sexual, política, de expresión, de género, etc. El deseo de libertad nos parece una evidencia, pero no lo fue siempre. Vamos descubriendo el mito de la libertad que recién nace y que nadie entiende en su plenitud. En pleno tránsito del mito de la justicia del Antiguo Testamento al mito del amor cristiano del Nuevo Testamento, hubo fuertes resistencias porque se vio al amor como una injusticia. ¿Será justo que si me pegan en la mejilla derecha no reaccione y ofrezca la mejilla izquierda? ¿Es justo que Jesús haya sido sacrificado siendo inocente? Pero a la larga, se demuestra que el Amor supera a la Justicia y va más allá, restableciéndola al final pero a un nivel superior como lo intuyó Salomón en su famoso juicio. Así, actualmente, la libertad nos parece contradecir al amor, ya que el amor nos ata al otro. Entonces tratamos de inventar el amor libre, donde puedes acostarte con todas las mujeres que te gustan, sin establecer vínculos que parecen oponerse a la libertad. Pero entonces ya no es amor, ni tampoco libertad sino libertinaje donde uno está atado a sus pasiones. Nadie sabe qué es la libertad y lo vamos a ir descubriendo paulatinamente. Lo que sí se puede anticipar, es que la libertad es solamente de nivel espiritual, signo de aire, Acuario en la clasificación simbólica del zodiaco, del mismo modo que el amor era del corazón, del afecto, signo de agua, piscis en el zodiaco. En la conciencia colectiva de la humanidad, estamos perdiendo el mito anterior del amor, y va creciendo la búsqueda, aunque todavía errática, de lo que es la Libertad. Ello fue anunciado inclusive en las tradiciones andinas, que consideran la llegada de un tiempo del espíritu donde, al inicio, los chakaruna -hombres puente- jugarán un papel fundamental durante esta fase de transición.

- ¿Cómo enfrentar este momento del mito de la libertad que mencionas?

Está emergiendo este nuevo mito de la Libertad a través de tanteos y equivocaciones. La libertad consiste a entregarse totalmente a su vocación personal, estar en armonía total con lo que nos da la vida, con el lugar donde nacimos, la familia a la cual pertenecemos, con la herencia de nuestros ancestros. Porque no hay otra persona como tú, eres único en el espacio, en el tiempo, en la historia, en el cosmos. Nadie más ocupa este lugar, ni lo ocupó antes o lo ocupará después. Por ello, eres la única persona que puede celebrar la vida donde estás ¡Hay que encontrar nuestro sitio! Si lo encuentro, me puedo entregar totalmente a ello y estar en armonía con todo el mundo ya que no desbordo sobre el territorio de nadie y nadie puede desbordar sobre el mío. Ahí puedo expresar la plenitud de mis potencialidades, realizarme plenamente y eso es ser libre. Cuando uno encuentra lo que llena todas sus aspiraciones las más profundas o elevadas, no necesitas más. No significa que las otras cosas sean malas, simplemente no me son necesarias. Entonces, puedo fácilmente renunciar a lo que no me corresponde. Para tomar un ejemplo sencillo, si tú no tienes alma o genio de músico, aunque quisieras, no es tu lugar, no quiere decir que la música sea mala, sólo no es para ti, tienes otra cosa igual de valiosa, pero diferente. Habrá así que sacrificar todo lo que no te corresponde para ver claramente lo que te permite tu plena realización plena. Y en este lugar exclusivamente mío puedo participar de una manera más completa a la dinámica social respondiendo a las necesidades de la comunidad que solo yo puedo cubrir, y sin molestar a nadie. La libertad es entregarse, y ser totalmente preso de su vocación, y es esa la paradoja del mundo espiritual. La libertad no se encuentra en la materia, lo sensitivo o sensible, la sensualidad como se cree ahora, donde se la confunde con el capricho, hacer lo que uno quiere cuando le da la gana. La libertad solamente es espiritual, es lo que me llama, me entusiasma, mi destino el más alto. Si busco la libertad dentro de la materia, estoy buscando en el lugar equivocado, y me pierdo al querer mil cosas que nunca pueden satisfacer mi sed más fuerte que es de orden espiritual. El encuentro con la divinidad.

Los chakaruna vinculan ambos mundos y los protegen del abuso posible entre ellos.

Entonces, es necesario tomar en cuenta los ciclos de evolución de la humanidad para entender en qué época vivimos. Cada uno necesita evolucionar y purificarse, guardando la esencia, sacrificando todo lo que no le corresponde. Dejar de querer ser otro de lo que soy. Reconciliarme conmigo mismo, con mis herencias, con el mundo y con Dios. Aceptar quien soy en todas las dimensiones de mi existencia.

Los pueblos tradicionales están todavía asociados a los dogmas del mito de la Justicia y van a tener que transitar velozmente de la Justicia al Amor y luego a la Libertad. Pero tienen las herramientas necesarias dentro de sus propias tradiciones si se dejan fecundar por el mito del amor. Eso supone que vean sus propias sombras colectivas como la brujería, la hechicería, la magia y renuncien a las guerras intertribales para solidarizarse entre ellos y así sobrevivir desde el apoyo mutuo. Es lo que están haciendo ahora las asociaciones interétnicas para defenderse en conjunto. Muchos ya no quieren tomar ayahuasca con los curanderos, les tienen miedo porque son guerreros sospechados de ser brujos. En esta confusión, se está matando a numerosos chamanes, en una guerra permanente. Sin el mito del amor, sin el perdón, no podrán sobrevivir.

De su parte, el mundo occidental tampoco va a poder pasar a la libertad, si se olvida que tiene los pies sobre la tierra y es parte de la naturaleza. A los pueblos amazónicos no se les tiene que enseñar eso porque lo saben perfectamente y han mantenido ese respeto a su fuente de revelación, la naturaleza en el sentido amplio de la palabra, el cosmos, fuente de sabiduría y conocimiento. El nacimiento del individuo ha degenerado en un individualismo feroz y letal. Se requiere salir de la objetividad racionalista cerrada occidental, unir el hemisferio izquierdo y el derecho del cerebro, unir los pueblos tradicionales y occidentales o sus pensamientos. Fecundarse recíprocamente sino ambos morirán. Es una necesidad vital y recíproca. ¿Y quién va a hacer eso? Los chakarunas, personas que pueden tener un vínculo con ambos hemisferios, que son simbólicamente las personas que tienen un pie en un mundo y en otro, sirven de intérpretes, de traductores, vinculan ambos mundos y los protegen del abuso posible entre ellos. Deben conocer algo de la racionalidad científica para alertar a los indígenas para que no se dejen engañar y fascinar por el mundo occidental y sus sombras. Igualmente deberán alertar a los occidentales sobre los peligros de las sombras del mundo indígena y las prácticas de brujería o manipulación subliminal que puedan dar pie a contaminaciones espirituales. Ambos mundos tienen sus sombras, no hay uno que sea mejor que el otro, tienen funciones diferentes y complementarias. Si juntan lo mejor de cada uno y asocian sus valores, su fuerza, sus conocimientos, la vida rebrotará hacia la libertad. Hace 500 años hubo un desencuentro considerable entre las tradiciones occidental e indígena, pero ha venido el momento de un posible encuentro real, auténtico, fecundador, además de vital, y este será espiritual o no será.


Entrevista al Dr. Jacques Mabit por Ricardo Chirinos Portocarrero, realizada en febrero de 2014. Publicada en Unay Runa nº9, Revista de Ciencias Sociales, Yachay, saberes andino-amazónicos, Lima, 2018, pp. 187-213. Agradecemos las labores de transcripción y edición a Diana Obando, Hilda Portocarrero y Juncali Durand.